Tic tac tic tac
Es deprimente vivir de esto, acá me encuentro de nuevo, en un blanco total, con el cenicero lleno de restos de cigarrillos, haciendo del final de uno el comienzo del otro, tecleo y leo, luego borro, sólo bebo vodka –porque odio tanto el wisky como a quien lo bebe- y echo humo.
Me aferro a la blancura virtual de esta página, me digo ‘algo debe haber’, algo que pueda interesar, otro sorbo, hablar de las mujeres en mi vida es un tema gastado, el amor, el amor, el amor, es algo que no conozco, la decepción ha marcado mi vida, demasiados estándares, me aturdo en la soledad con música.
¡Maldita hoja en blanco!
Sólo tengo 6 meses para cumplir: “sembrar un árbol, escribir un libro… tener un hijo”.
El hijo ya lo tuve, sin embargo, no sé nada de él desde hace 7 años, imagino que ya irá a la escuela. Sí, lo sé, ahora es que me doy cuenta, supongo que será el miedo y aun así no tengo idea de cómo acercarme y que no se note mi desesperación ególatra por comprobar que dejo un vestigio de mí en este mundo ¿realmente será un indicio de mi aun sin conocerme? Un pool genético; con los años aprendí que la familia no es la sangre… no, no tengo hijo, no.
Sembrar un árbol, quise un abeto, por lo grande y majestuoso, pero mi ubicación geográfica no me lo permite, terminé plantando una palma que no llegaré a ver grande.
Un condominio en la playa sólo me permite mañanas gélidas y días calurosos, no sé por qué vine a hacer caso a aquello del retiro para escribir.
Odio todo lo que esto representa, un circo, un público que se burla del miserable payaso que soy. Tanta risa y yo muriéndome.
Quizás venir fue eso, una especie de autoflagelación para expiar mis errores antes de enfrentar una justicia que no estoy seguro de creer.
Todas las noches veo las olas romper en el muelle y salpicarme, las ganas de saltar, no lo niego, me sacuden el cuerpo. Llego a la orilla y veo un horizonte que sólo se atina a diferenciar porque desaparecen las estrellas. Me digo que no, porque quiero documentar mi agonía y muerte, escribir este mugre libro que nadie leerá, pero que tendrá la misión de extenderme en el tiempo.
“Diario de un incipiente hombre que agoniza” así se llamará, nada de vive al máximo, nada de sé feliz; si no lo fuiste con el tiempo que tuviste ¿qué te hace pensar que en lo que queda lo serás?
Basta de ilusiones, la muerte me ronda, ya huelo a descompuesto, ya cago lombrices, nací muerto, sólo que ahora me alcanzó.
Mis ojos siguen danzando en un horizonte negro, un futuro que no sabe a nada, que sigue oliendo a mí, a mi ego, a mis ganas de no morirme y a mi terquedad que no permite humillarme a pedir un poco más de tiempo.
24/1/09
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